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El estilo escandinavo es uno de los referentes en el interiorismo de hoy en día. Basta con echar un vistazo a algún blog nórdico para comprobar cómo podemos sacar partido y darle un toque escandinavo a la habitación de nuestros peques. En esos países tienen una especial predilección por potenciar la luz. Obviamente, aquí no tenemos días tan oscuros como allí, pero podemos utilizar sus estrategias para crear ambientes espaciosos y claros, así como maximizar la sensación de amplitud.

En el caso de este dormitorio se han utilizado colores claros, suaves y crudos, con algunos toques de azul. Podemos ver la combinación de estos tonos en el mueble de la cama donde protagoniza el blanco y es vestido por un edredón en azul claro. El suelo aparece en un tono roble ceniza y la mesilla, la conocida Componibi de Kartell vuelve a ser blanca con unos toques de negro. Siguiendo esta línea, una de las paredes está pintada de blanco y en otra de ellas se ha puesto un papel pintado en tonos lilas y blancos. La pieza protagonista de la habitación es la popular mecedora Eames Rocking Chair, que combina el color blanco del asiento con el tono de madera de las patas.

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También observamos varios objetos ornamentales colgados en la pared. Un búho negro, una bolsa con lo que parece ser un reno de peluche y una caja de madera con unas casitas dentro y unas estrellas. El empleo de detalles decorativos inspirados en elementos de la naturaleza es otra de las características propias del estilo escandinavo, ya que aportan una conexión especial de la vivienda con el entorno que los rodea.

En este ejemplo volvemos a darnos cuenta de que la sencillez no tiene por qué ser un defecto, y la habitación nos demuestra que el lema «menos es más» debería ser una práctica más generalizada en el mundo del interiorismo, y quizá más que nunca en los tiempos que corren.

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