Imprescindible hablar en nuestra nueva sección de moda infantil de una de las marcas «cool» españolas de ropa para niños con más proyección internacional. Se llama Bobo Choses (muchos ya la conocereis), una marca de ropa para niños de 3 meses a 6 años (creada por el estudio de diseño Otto & Olaf, con sede en Barcelona) que viene llena de cosas divertidas, nubes, manzanas, lobos enamorados de París … en definitiva, esas cosas que encandilan a los niños porque son niños, y ¡ya tendrán tiempo de ser mayores!. La colección de cada temporada se basa en un cuento escrito por Felipe Cano, los estampados de las prendas son parte de esa historia ¿Quieres saber cúal es la de esta temporada otoño-invierno 2010/11? Ahora te lo contamos…


Esta temporada  han apostado por una mezcla ecléctica de artículos en 100% algodón, con colores claros y toques de colores vivos en la colección de punto , … ¡muy vintage!

… Y ahora el cuento » LOBO BOBO LOVES PARIS»

Había una vez un lobo llamado Bobo que amaba París y las cosas bonitas. Lobo Bobo vivía en un bosque cercano, pero siempre que podía se escapaba a París en busca de cosas que lo hicieran feliz: una vieja cámara de fotos, un trocito de nube, un ovillo de lana color Irlanda… Cuando iba a la ciudad se disfrazaba, porque no quería asustar a los papas y a las mamas. A los niños, por mucho que se disfrazara, no los podía engañar. Todos sabían que debajo de aquella siluetacon gabardina y gafas de concha y sombrero de Napoleón se escondía un lobo. Lobo Bobo. Conducía un viejo coche azul, a quien hablaba como se le habla a un amigo, y los días de lluvia disfrutaba del sonido de la lluvia y los días de sol disfrutaba del calor. Era generoso y detallista. Nunca olvidaba un cumpleaños. A su amiga Caperucita le regaló una capa y a la abuelita le plantó un manzano en el jardín. A sus hermanos lobos les regalaba siempre lápices de colores, para que hicieran feroces dibujos de lobos feroces haciendo cosas feroces… Después de pasarse todo el día rebuscando por los mercadillos, a Lobo Bobo le gustaba observar el anochecer sobre el Sena desde el Pont des Arts, mientras se comía una deliciosa manzana y, a trocitos, una baguette recién hecha. Ya de noche, cogía su viejo coche azul lleno de cosas bonitas y volvía al bosque donde,  a veces,  se asustaba de su propia sombra. Su sombra de lobo.